No conoce un ateneo
ni sus reuniones cabales.
Mi renglón, mi camafeo,
es cimarrón, y lo saben.
De caminar solitario
tras un lector solidario
que no tenga helada el alma.
Mi renglón nunca gregario,
que de sagrario en sagrario
mendigue unas simples palmas.
Mi renglón siempre al amor
sigue en su regla concreta;
mi renglón, mi fiel bastión,
mi honestidad de poeta,
escarpa recios caminos
sin oír los necios trinos
de la glosa petulante,
y elude tal desatino
por el insulso destino,
de la estrofa extravagante.
En el renglón de mi verso,
conjeturas, e inquietudes,
dispares de un universo;
donde el hilván de la vida
va cosiendo ineptitudes
de animadores diversos.
Fernando naranjo duran
16-2-2017
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