Bravo, Henry
Anteriormente en algún otro ‘chispazo literario’ dejé entrever
que estas épocas navideñas no son para mí del todo ‘redondas’ pues algo de
tristeza en su línea de nostalgias convergen en mi ánimo año tras año,
provocándome cierto estado de desasosiego al recordar a los míos más cercanos, los
que hoy no dejo de recordar por inapelables ausentes.
La emoción, como siempre traicionera nos sorprende dejándonos
una sensación que en este caso de hoy fue de placentera alegría, aunque compartida con la tristeza, cruel y omnipresente
en el devenir diario de los que venimos de un epígrafe hoy maltratado por la
circunstancia que acarrea esta pandemia al planeta de la Feria.
Pues todos ustedes, mis amigos en estos medios saben el
férreo vínculo que me une a este epígrafe del espectáculo viajante, amén del inoportuno
trance por el que pasa en toda su extensión atravesando un particular Vía
Crucis, sin el más mínimo gesto solidario por parte de la administración autonómica,
como del propio Estado, que tiene sus singularidades’ indolentemente que alimentar
tras un nauseabundo batiburrillo creado con la venia de los promotores del
Covd-19.
Correligionarios camaradas, que obviando el número de bajas
afanosamente buscan extinción sin necesidad de autorizar la Eutanasia poner punto
final a toda una honrada trayectoria moral, cívica y trabajadora de hermanos
españoles a los que darán matarile’ con
este preparado argumento revanchista de nuestra ‘memoria histérica’.
Hoy al filo del mediodía, esa primera cadena TVE, la que se alimenta de nuestras faltriqueras se
entretiene día a día en desmoralizar al pueblo con un inmisericorde y frontal ataque
hacia nuestro jefe de Estado “en
funciones” Más, hoy tuvo un halo de decencia y trajo a mi sobremesa gratas noticias sobre el sorteo nacional de loterías,
donde la diosa fortuna tuvo graciosamente a bien premiar con un décimo a mi amigo Henry Martins, esposo de mi
paisana Luchy Díaz.
Sencillos y honestos
feriantes vecinos de Punta Umbría, al
que conozco desde su infancia, y al ver cómo le entrevistaban, observé como con
todo el desparpajo que sus genes le
otorgaron, junto al diploma universitario expendido por la propia vida sin
alterarse, por ser persona de mundo, y aprovechando el relance con suma
naturalidad, hizo suyo el micrófono desde el que desgranó en un tiempo récord, por escaso, pero
rotundo y preciso parlamento, dando gracias por el bien recibido y añadiendo
una seria plegaria en favor de la obligada parada, y el posible holocausto que
sufrirá nuestro planeta de la feria, el que sin ayudas y en silencio, si dios
no lo remedia, dará al traste con numerosas familias de toda la vida, aquellas
que buscaron su bienestar en una honrada situación errante. La que sin duda hará
verter mucha tinta por la deplorable organización estatal por no ir oportuna
y disciplinadamente contra la pandemia del siglo, que sin cuartel tanta catástrofe
sigue originando.
Amigo Henry, hoy declaro ante todos aquí presentes, que con
tu filantrópica y caballerosa actitud me sentí totalmente identificado, ejemplar tu proceder
dignificando con todo talento nuestro maltratado y olvidado ejercicio de
mercaderes de la sonrisa. Confieso que emocionadamente no me pude contener y he
vertido unas lágrimas. ¡Gracias! Que dios siga siendo generoso contigo y con los tuyos. Como para el resto de compañeros de la feria, los
que hacéis posible que el funcionamiento de este tradicional, castizo y
costumbrista medio de vida pueda seguir atravesando todos los lodazales y calzos,
que una mala administración pueda poner ante el avance impetuoso de nuestro
aliento batallador. ¡Bravo por ti, Henry!!… ¡Un fuerte abrazo!
Fernando naranjo duran.
22/12/2020
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